Algunas bodas se recuerdan por los detalles, otras por el ambiente, y otras, como esta, por todo lo anterior.
La boda de Lucía e Íñigo fue un homenaje al amor, a las raíces familiares, y al encanto de Extremadura. Desde una ceremonia llena de sentimiento en Villanueva de la Serena, hasta una celebración mágica en el Palacio de San Carlos en Trujillo, esta boda tuvo luz propia.
Preparativos del novio
Íñigo se vistió en un apartamento en la calle Hernán Cortés, en Villanueva de la Serena. A su lado, su hermana Amaya, que también fue su madrina, lo ayudó con cada detalle del traje, diseñado por Antonaga.
Un chaqué azul marino, chaleco crema y corbata estampada: clásico, sobrio y con mucho estilo.
La luz natural, las sonrisas nerviosas y ese vínculo especial entre hermanos marcaron el inicio de un día inolvidable.









Preparativos de la novia
Lucía se preparó en casa de sus padres, en la calle Herrera. Acompañada por su madre y su mejor amiga, vivió uno de los momentos más íntimos del día entre risas, abrazos y un toque inevitable de emoción.
El vestido, diseñado por Silvia Fernández, era elegante, atemporal y con una caída que realzaba su silueta con sutileza y carácter.
El tocado y las joyas, obra de Laety Design, aportaron un aire romántico con un guiño contemporáneo, mientras que los zapatos —un guiño personal lleno de estilo— completaban el look con una nota diferente.
El maquillaje y peinado, realizados por Marta Miñino y Pérez Serradilla (Raquel), potenciaron su belleza natural y su esencia.














La ceremonia: promesas con historia en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción
La boda de Lucía e Íñigo comenzó con una ceremonia religiosa cargada de emoción en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en Villanueva de la Serena. Íñigo entró acompañado por su hermana Amaya, mientras que Lucía lo hizo del brazo de su padre.
Desde los primeros compases de la misa, se notaba que cada detalle había sido pensado con mimo. Las lecturas personalizadas a cargo de amigos cercanos aportaron un tono íntimo y profundamente humano.
El entorno sobrio de la iglesia se transformó en un espacio cálido gracias a la decoración floral de Karmen Arreglos Florales y la coordinación de Las Catalinas, que estuvieron atentas a cada momento, asegurando que todo fluyera con naturalidad.
La entrada de Lucía, la emoción en los bancos, y la salida entre pétalos y mariposas de papel dejaron imágenes que hablaban por sí solas.
















Sesión de pareja en Trujillo: romanticismo entre piedra y tradición
Tras la ceremonia, Lucía e Íñigo se dirigieron a Trujillo para su sesión de pareja. Pasearon por la Plaza Mayor, con la imponente estatua de Pizarro al fondo, y subieron las escalinatas del Palacio de San Carlos, donde posaron frente a su espectacular portada gótica.
La piedra, presente en cada rincón, fue el telón de fondo perfecto para capturar su conexión. Miradas, abrazos y silencios compartidos en un entorno que respira historia. Sin necesidad de grandes artificios, la belleza del lugar y la naturalidad de la pareja hicieron el resto.

















El cóctel: una bienvenida entre jardines
La celebración continuó en los jardines del Palacio de San Carlos, un entorno con mucho encanto donde la piedra antigua y la vegetación creaban una atmósfera perfecta. El ambiente era relajado y alegre, con los invitados repartidos entre mesas altas, conversaciones animadas y brindis al sol.



El banquete: raíces compartidas en el corazón del Palacio
El banquete se celebró en el patio interior del Palacio de San Carlos, un espacio de piedra y elegancia tranquila, perfecto para una celebración sin prisas. Desde el principio, Lucía e Íñigo buscaron un lugar con historia, y cuando descubrieron que desde el jardín se veía el castillo iluminado al caer la noche, no necesitaron pensarlo dos veces.
Aunque dudaron entre casarse en Badajoz o en Vitoria, decidieron que el norte también estaría presente ese día. Por eso eligieron el verde y el azul —colores del monte y del mar— como base de la decoración, y nombraron cada mesa con pueblos del País Vasco que forman parte de su historia en común.
Las Catalinas supieron materializar esa intención en una puesta en escena cuidada, sobria y llena de significado. En la mesa presidencial, Lucía e Íñigo se sentaron junto a los padres de ella y la hermana de él, creando un espacio íntimo, sin protocolos rígidos, solo con quienes de verdad importan.
Entre platos servidos por Corral del Rey, brindis y sonrisas compartidas, el banquete fue un reflejo auténtico de su manera de estar en el mundo: sencilla, cercana y llena de sentido.


La fiesta: un primer baile… y un dinosaurio inesperado
La fiesta tuvo lugar en una de las estancias interiores del Palacio. Los novios abrieron el baile con “Can’t Take My Eyes Off You”, emocionando a todos con su complicidad y energía.
Y justo cuando nadie lo esperaba, uno de sus amigos apareció disfrazado de dinosaurio, desatando las carcajadas y marcando el inicio de una noche desenfadada y llena de alegría. El DJ Vito supo mantener la pista animada hasta el final.













