Cuando dos culturas se unen en el corazón de Extremadura, el resultado es una boda tan auténtica como inolvidable. Laura y Alexander eligieron la Iglesia de Santa María de Cáceres para su ceremonia y el Castillo de las Arguijuelas de Abajo para la celebración, dos lugares llenos de historia, belleza y carácter, perfectos para dar forma a una historia de amor que ha recorrido medio mundo.
Un amor que cruzó fronteras
Laura, española. Alexander, noruego. Se conocieron en Barcelona durante un intercambio de idiomas y, casi sin darse cuenta, lo que empezó como una práctica lingüística se transformó en una conexión profunda. Compartieron carreras por la ciudad, risas espontáneas, aventuras por Francia y nuevas etapas en Zaragoza y Badalona.
Su boda reflejó esa esencia viajera, libre y auténtica: una mezcla de culturas, emociones sinceras y escenarios con alma.
Preparativos con emoción y calma
El novio: serenidad, elegancia y un momento padre e hijo
Alexander comenzó su día en el hotel Barceló de Cáceres, acompañado de su padre, quien tuvo un papel muy especial: ayudarle a vestirse. Ese momento, compartido en silencio y complicidad, marcó el inicio de una jornada que quedaría para siempre en la memoria.
Con su traje perfectamente elegido y cada detalle cuidado, Alexander salió del hotel con la mezcla exacta de nervios e ilusión.











La novia: rodeada de las mujeres más importantes de su vida
Laura se preparó en casa de sus padres, acompañada por su madre, su hermana Elena y su pequeña sobrina, que también formó parte del ritual de vestirse. Entre tejidos delicados, sonrisas cómplices y abrazos espontáneos, el vestido de Rosa Clará tomó forma sobre ella como una segunda piel.
Su peinado, acompañado por un tocado lateral de Franjul Madrid, y su maquillaje natural resaltaban su esencia. Todo fluía con la calidez de lo familiar y la emoción del gran día.



















Una ceremonia con historia: Iglesia de Santa María de Cáceres
La Iglesia de Santa María, una de las joyas arquitectónicas del casco histórico de Cáceres, fue el lugar elegido para la ceremonia. Sus muros centenarios, la luz suave que entra por sus vitrales y el eco íntimo de cada palabra crearon un ambiente solemne, emotivo y profundamente personal.
El encuentro entre Laura y Alexander en el altar fue uno de esos momentos que el tiempo no borra: miradas que lo dicen todo, manos que se buscan, y un “sí” que encierra todo un futuro.












Celebración en el Castillo de las Arguijuelas de Abajo
Tras la ceremonia, los invitados se dirigieron al Castillo de las Arguijuelas de Abajo, un lugar lleno de historia, rodeado de naturaleza y con una atmósfera medieval que envolvía cada momento.
Cóctel a los pies del castillo
El cóctel se sirvió al aire libre, a los pies del castillo, donde los invitados pudieron relajarse mientras disfrutaban de las vistas, del entorno natural y de una propuesta gastronómica deliciosa. El ambiente era distendido, elegante y muy acogedor, con conversaciones animadas, brindis y un sinfín de sonrisas espontáneas que fuimos capturando en imágenes llenas de vida.











Un banquete entre historia y emoción
Tras el cóctel, los invitados se trasladaron al salón interior del castillo, un espacio con carácter, marcado por los tonos tostados de la piedra, techos altos y una arquitectura que habla por sí sola. Todo el conjunto ofrecía una sensación de película, ideal para una celebración elegante, emotiva y también muy divertida.
Entre los momentos más especiales de la noche, Laura y Alexander cortaron su tarta nupcial: una creación delicada que coronaba una impresionante mesa de dulces, decorada con flores naturales, postres artesanales y una puesta en escena impecable. Esta mesa se reservó para la fiesta, y fue uno de los rincones más fotografiados de toda la celebración.











Un primer baile con alma… y una fiesta inolvidable
Laura y Alexander abrieron la pista con un vals coreografiado lleno de estilo, elegancia y emoción. Cada paso estaba cuidadosamente ensayado, con figuras pensadas para que el momento fuera también visualmente espectacular. Más que un baile, fue un reflejo de su complicidad y de su historia compartida.
A partir de ahí, la fiesta no paró. El ambiente se llenó de energía, abrazos, carcajadas y mucho, mucho baile. La pista estuvo llena durante horas, con invitados de todas las edades disfrutando como nunca. El DJ Jorge, fue el cómplice perfecto: supo leer cada momento, cada subida de ritmo y cada pausa necesaria para que la noche fluyera con naturalidad.
Fue una celebración auténtica, vibrante y muy divertida, donde cada canción sumaba un nuevo recuerdo al día más importante de sus vidas.
























