Una boda internacional en el Parador de Plasencia

Casarse en tu ciudad natal tiene un valor emocional difícil de describir. Pero si además lo haces rodeada de historia, en un espacio que respira arte, piedra y siglos de memorias… el resultado es simplemente inolvidable.

Así fue la boda de Adriana y Antonius: una celebración elegante, íntima y multicultural en el corazón del casco antiguo de Plasencia, en el icónico Parador de Plasencia. Una historia de amor entre Alemania y Extremadura, sellada en uno de los lugares con más encanto del norte de Cáceres.

Preparativos: emoción en familia, nervios y reencuentros

Todo comenzó en las habitaciones del propio Parador, donde los novios se vistieron rodeados de sus seres más cercanos.

Antonius, que llegó desde Alemania acompañado de sus hermanos, se preparó en un ambiente relajado y fraternal. Detalles como los gemelos familiares o el toque personal en su traje reflejaban su historia y raíces. Mientras tanto, Adriana, natural de Plasencia, compartía los preparativos con su madre, su hermana y varias amigas que pasaron a verla justo después de vestirse. Entre risas, abrazos y alguna lágrima, se palpaba la emoción del momento.

La mezcla de idiomas y culturas se notaba en cada esquina del Parador, que se convirtió por un día en un lugar donde España y Alemania celebraban juntas el amor.

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Ceremonia en el Salón Capitular: historia viva y promesas eternas

La ceremonia se celebró en uno de los espacios más impresionantes del Parador: el Salón Capitular, con su arquitectura imponente y atmósfera solemne. Un lugar donde cada piedra parece guardar un secreto y donde el eco de las palabras resuena con más fuerza.

Aunque los novios sabían que habría intervenciones, no sabían de quiénes. Fue una sorpresa preparada por sus seres queridos. Hubo momentos para reír, para emocionarse y para aplaudir. La ceremonia estuvo cargada de significado, entremezclando lo tradicional con lo personal, lo emotivo con lo inesperado.

Los votos se dijeron con mirada firme y voz temblorosa, y el “sí, quiero” cruzó fronteras y tocó corazones de dos culturas unidas por el amor.

Foto boda parador plasencia AA 023

Cóctel en el claustro: luz, piedra y brindis compartidos

Tras la ceremonia, el cóctel tuvo lugar en el claustro del Parador de Plasencia, un espacio abierto rodeado de columnas centenarias, con una luz suave que caía entre los arcos. Fue el momento perfecto para relajarse, brindar, reencontrarse y disfrutar de un entorno único cargado de historia.

Mientras los invitados comenzaban a saborear los aperitivos y a compartir anécdotas en distintos idiomas, Adriana y Antonius aprovecharon para realizar su sesión de fotos de recién casados. Recorrieron juntos los interiores del Parador y sus calles empedradas cercanas, rodeados de arquitectura renacentista y rincones mágicos. Las imágenes capturadas en ese paseo reflejan toda la emoción del momento, con miradas cómplices y gestos llenos de ternura.

De vuelta en el claustro, el catering ofrecía una selección exquisita de aperitivos que fusionaban la cocina extremeña con toques internacionales. Todo servido con elegancia, acompañado de música ambiente y conversaciones entremezcladas en español y alemán.

El sonido de las copas brindando, las risas de los niños jugando y los abrazos que cruzaban países llenaron este espacio con una energía vibrante. Un instante de celebración pura y universal, justo en el corazón de Plasencia.

Banquete en La Biblioteca: un festín en el corazón del convento

Para la cena, los invitados se trasladaron al elegante Salón La Biblioteca del Parador de Plasencia, un espacio acogedor, con alma, donde la piedra, la madera y la historia envolvían cada detalle. La decoración clásica, la luz cálida y la disposición de las mesas aportaban un aire de distinción a una noche ya mágica.

La entrada de Adriana y Antonius fue uno de los momentos más festivos del día: entraron bailando al salón entre aplausos, vítores y servilletas ondeando al aire. La alegría era contagiosa. Familiares y amigos, venidos de distintos rincones de España y Alemania, les recibieron con una ovación que llenó el espacio de pura emoción.

Las mesas estaban decoradas con centros florales delicados, menús bilingües y detalles pensados para que cada invitado se sintiera bienvenido y cómodo, sin importar el idioma. Durante la velada, se sucedieron varios discursos emotivos, pero uno de los más destacados fue el del padre de Antonius, quien dedicó unas palabras llenas de cariño, agradecimiento y orgullo que emocionaron a todos los presentes.

Fiesta en la antigua bodega: una noche bajo tierra con mucho ritmo

Y como en toda gran boda… la fiesta no podía faltar.

El Bar de Noche, ubicado en lo que antiguamente fue la bodega del convento, se transformó en una pista de baile vibrante, íntima y acogedora. Un lugar con muros de piedra, historia en cada rincón y una atmósfera perfecta para celebrar hasta el amanecer.

Antes de empezar a bailar, Adriana y Antonius protagonizaron un momento muy especial: recrearon una tradición típica de Alemania que encantó a todos los invitados.

A la entrada del bar, se encontraron con una gran sábana con un corazón dibujado. Juntos, con unas tijeras pequeñas, recortaron el contorno del corazón —una prueba simbólica que representa cómo enfrentarán los retos de la vida en equipo. Al terminar, Antonius alzó a Adriana en brazos y la cruzó por el corazón, en un gesto precioso que simboliza el paso hacia una vida en común llena de amor. Los aplausos y vítores no se hicieron esperar.

Con esa energía, comenzó la fiesta.

Los novios abrieron el baile rodeados de amigos y familiares, en un momento lleno de emoción. La música mezcló estilos, idiomas y generaciones: desde clásicos españoles hasta hits alemanes, pasando por canciones que hicieron vibrar a todos los presentes sin importar el lugar de origen.

La pista no se vació en toda la noche. Hubo brindis, carcajadas, abrazos interminables y mucho baile. Y como colofón, una sensación compartida: la de haber sido parte de una celebración única, auténtica y profundamente feliz.

Un día que cruzó fronteras y unió corazones

La boda de Adriana y Antonius en el Parador de Plasencia fue mucho más que una celebración. Fue una fusión de culturas, una vuelta a las raíces, un homenaje al amor en todas sus formas. Desde los gestos familiares hasta las tradiciones alemanas, cada instante estuvo cargado de significado.

Plasencia, con su historia y su belleza intacta, fue el escenario perfecto para contar esta historia de amor entre dos mundos. El Parador, con sus muros centenarios, ofreció el equilibrio ideal entre elegancia, calidez y autenticidad.

Nosotros, desde Bokeh Estudio, tuvimos el privilegio de acompañarlos y capturar cada mirada, cada detalle y cada emoción con la naturalidad y el respeto que una historia así merece.

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Fotógrafos de bodas en Cáceres, Badajoz y Extremadura

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